El cuerpo y la mente necesitan descansar, no es un capricho, es una necesidad fisiológica.
Hace unos días mi cuerpo me mandó un mensaje claro a través de una anemia: PARA. Pero no le hice mucho caso. Seguí mi rutina arrastrándome como podía entre el mar de tareas.
Hace dos días mi cuerpo me ha mandado el mismo mensaje aún más claro, a través de un virus que me ha postrado en la cama sin posibilidad de hacer nada de nada: ni trabajo, ni blog, ni talleres, ni amigos… nada. ¿Y sabéis qué? Que no ha pasado nada. El mundo ha seguido andando sin mí.
No hacer nada también es importante. Descansar, parar la mente, el cuerpo, tomar energía para luego hacer todo lo que tengamos que hacer con más ímpetu, más ilusión.
No estoy diciendo que tenga que estar navegando en Internet todo el día, o echar una siesta toda la tarde… pero ¿por qué no? ¿Por qué no disfrutar de una siesta reparadora? ¿Por qué no disfrutar de un buen libro? ¿Por qué no verte de nuevo una temporada de Juego de Tronos del tirón? Eso forma parte del disfrute de la vida, también.
Es posible que estemos tratando de hacer más cosas porque nos encanta hacerlo. Ése es mi caso, y es maravilloso. Pero incluso entonces, echar miles de horas de trabajo y dejar de lado el resto de la vida no es siempre la mejor idea. A veces es bueno parar, descansar, relajarse, “to Get Less Done”.
Cómo parar y descansar
Es curioso que incluya una sección sobre cómo pararse. Parece que debe ser algo que todos sabemos hacer. Después de todo, ¿no estamos en la constante búsqueda de formas de hacer lo menos posible?
Igual ya eres de las personas que dominan el arte de no hacer nada. Si es así, felicitaciones. Pero en mi caso, y supongo que el de alguno de vosotros, en el que he olvidado descansar y relajarme, podemos tener dificultades.
Algunas formas de parar y descansar pueden ser:
1. Parar 5 minutos lo que estás haciendo para ir a dar un paseo. Respirar el aire fresco.
2. Salir al aire libre, disfrutar de la naturaleza.
3. Jugar. Jugar como un niño. Si tienes hijos, disfrutar de jugar con ellos.
4. Tomarte un día libre. Elegir un día a la semana o al mes, y tomártelo libre. Dormir. Ver películas. Tirarte en el sofá a leer. Si no puedes un día entero, al menos una tarde.
5. Al llegar del trabajo, desconectar el móvil. No consultar el correo electrónico ni nada que esté relacionado con el trabajo. No hablar de trabajo con los demás en esas horas.
6. Ir a que te den un masaje.
7. Salir fuera. Respirar.
La belleza de no hacer nada
Una de las lecciones que me traje de mi retiro con David y Celia fue el de que se puede disfrutar de no hacer nada.
Claro que tenemos que trabajar y producir a veces, especialmente si tenemos facturas que pagar, pero una obsesión por hacer no es saludable.
Me pasa en ocasiones que, cuando no estoy haciendo nada, me siento culpable. Culpable de que debería estar haciendo y no hago, que no está “bien” no hacer nada.
Mi día en el retiro y estos días en cama con el virus he aprendido que cuando no podemos o queremos hacer nada para ser productivos, debemos relajarnos, descansar y disfrutar de la belleza de no hacer nada; dejar a un lado la necesidad de ser hipereficiente; dejar de sentirnos culpables por disfrutar de nosotros mismos.
Eso no quiere decir que vaya a dejar de trabajar en cada uno de mis proyectos con la misma ilusión y pasión que siempre, haciendo las cosas que realmente me importan y con la gente que quiero.
Simplemente significa que quiero parar de vez en cuando, y disfrutar de no hacer nada, para ser más feliz.
Poquito a poco estoy aprendiendo a parar y descansar. Aprendiendo que la productividad y el “hacer” no lo es todo. Crear y aportar es genial, pero no es necesario llenar cada segundo con trabajo.
Cuando estés trabajando, ponle pasión, emoción, energía en aquellas tareas importantes y de gran impacto… pero después, date un tiempo para parar, descansar y relajarte.
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