El cuerpo habla lo que la mente calla
- Iara Martínez de Oliveira
- hace 2 días
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En una sociedad donde la velocidad y la productividad parecen marcar el valor personal, el cuerpo suele ser el primero en pasar factura.
Dolores que se repiten, insomnios que se cronifican, problemas digestivos que “no tienen explicación médica”.
Todo ello nos recuerda una verdad que la psicología psicocorporal ha puesto sobre la mesa: el cuerpo no solo nos sostiene, también nos habla.
Cuando las emociones se hacen carne
Las investigaciones en neurociencia han demostrado que las emociones no son solo fenómenos mentales: se procesan en circuitos cerebrales y se expresan a través del sistema nervioso, muscular y digestivo. Por eso, cuando reprimimos la rabia, la tristeza o el miedo, estas no desaparecen; simplemente encuentran otros caminos de expresión.
La ansiedad puede manifestarse como taquicardia, sudor frío o rigidez en el pecho.
La tristeza puede hacerse visible en hombros caídos o en una respiración superficial.
La rabia suele tensar la mandíbula o contraer el estómago.
En definitiva, el cuerpo se convierte en un mapa emocional, un espejo de lo que no nos atrevemos a nombrar.
Más allá de hablar: también sentir
La psicoterapia tradicional ha privilegiado la palabra como herramienta principal de cambio. Pero cada vez más enfoques integrativos recuerdan que no basta con “pensar distinto”: también necesitamos sentir distinto.
La terapia psicocorporal propone trabajar con la respiración, la postura, el movimiento y la conciencia corporal entre otros para liberar la emoción retenida y restaurar el equilibrio.
No se trata de sustituir la reflexión por el cuerpo, sino de complementarla: comprender desde la mente y liberar desde el cuerpo. Ahí radica su fuerza transformadora.
La próxima vez que sientas un dolor que se repite, una contractura que vuelve o una fatiga inexplicable, pregúntate: ¿Qué está tratando de decirme mi cuerpo que yo no quiero escuchar?
Quizá ese malestar no sea un “fallo”, sino una señal. Tal vez el cuerpo no te está castigando, sino recordándote lo que tu mente insiste en callar.
Y tú, ¿estás escuchando lo que tu cuerpo intenta decirte?




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