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Cuando el llanto es amor: el vínculo que sostiene

  • Foto del escritor: Iara Martínez de Oliveira
    Iara Martínez de Oliveira
  • hace 33 minutos
  • 2 Min. de lectura

 

Hay una escena que se repite en miles de hogares, guarderías y escuelas cada mañana: un niño se aferra a su figura de apego, llora, se resiste a la separación.

Y entonces, aparece la duda. “¿Será que está demasiado apegado?” “¿No debería estar más independiente ya?” “¿Estoy haciendo algo mal?”

 

No. No estás haciendo nada mal. Estás construyendo algo profundamente bueno.

El apego no es el problema. Es la base.

 

Durante décadas, se nos vendió la idea de que un niño “seguro” es aquel que no llora, que se adapta rápido, que no necesita tanto. Pero esa visión es obsoleta. Hoy sabemos que el apego seguro (ese vínculo profundo con una figura que le cuida, le consuela y le valida) es uno de los mayores factores protectores en el desarrollo emocional de un niño.

 

Que un niño llore al separarse no significa que esté malcriado. Significa que ha aprendido a amar. Que ha encontrado un refugio emocional. Que su sistema nervioso reconoce dónde está la seguridad… y le cuesta soltarla. ¿No es eso, en el fondo, algo sano y hermoso?

 

El vínculo no debilita. Fortalece.

Un niño que se siente seguro en su relación afectiva no se queda pegado para siempre.

Al contrario: ese vínculo le da la confianza para explorar el mundo, sabiendo que puede volver cuando lo necesite. Es como una cuerda invisible que le sostiene mientras se aventura.

Y sí, a veces esa cuerda se tensa. A veces hay llanto. Pero eso no es señal de fragilidad. Es señal de conexión.

 

Lo que el llanto no dice… pero revela

El llanto no es manipulación. No es capricho. Es comunicación. Es la forma que tiene un niño de decir: “Esto me cuesta. No quiero perderte. ¿Estás ahí?”

 

Y cuando respondemos con presencia, con ternura, con paciencia (aunque muchas veces nos duela, aunque estemos apurados…) estamos enseñándole algo que no se aprende en libros: que el amor no desaparece cuando hay distancia. Que puede confiar. Que puede sentir. Que puede ser.

 

Criar con vínculo es criar con coraje

 

Porque sí, a veces el apego duele. Duele verles sufrir. Duele separarse. Duele sostener el llanto sin poder evitarlo.

Pero ese dolor no es señal de que algo esté mal. Es señal de que algo está funcionando.

 

Criar con vínculo es criar con coraje. Es elegir la conexión por encima de la comodidad.

Es entender que el apego no es una trampa, sino una raíz.

Y que cuanto más fuerte sea esa raíz, más alto podrá crecer ese niño.

 

Así que la próxima vez que tu peque llore al separarse, no lo veas como un problema.

Velo como una prueba de que el amor está haciendo su trabajo.

 

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