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Aprendí que podía disfrutar incluso sintiendo vergüenza

  • Foto del escritor: Iara Martínez de Oliveira
    Iara Martínez de Oliveira
  • hace 6 días
  • 5 Min. de lectura

Hace unos años, allá antes del Covid, mi pareja y yo decidimos encontrar algo que pudiésemos hacer juntos para hacer deporte y dejar de estar tan sedentarios. Encontrar algo que nos pudiese interesar mínimamente a ambos no fue tan fácil, al final encontramos en patinaje.

Ni uno de los dos había patinado antes. Alguna vez había ido a patinar sobre hielo con el colegio, y para sorpresa de nadie que me conozca no se me daba nada bien.

Sin embargo, es algo que siempre me había apetecido aprender a hacer así que dije, adelante.

Compramos los patines en línea, en la propia tienda ya dije… “ay ama que no me puedo ni levantar”, se avecinaba tormenta, pero oye, el reto me pudo.

En el momento que ya teníamos patines y protectores elegimos el lugar al que ir a patinar. Tenía que ser un lugar sin mucha gente, sin muchos peligros, y plano. Decidimos ir al paseo lado del río.

En el momento que íbamos a concretar me entraron los 7 males. Entraron esas ideas en mi mente que me generaban vergüenza y ansiedad. “¿Qué hago yo yendo a patinar si no tengo ni idea?”, “que vergüenza me van a ver todos y no se ni ponerme en pie”, “voy a hacer el ridículo total”, “me voy a matar”, “¿y si me llevo a alguien por delante?”… ¿nada dramático ni egocentrista verdad?

Eso podría haber hecho que terminase no probando, pero lo hice. ¿Qué me ayudó?

- Validar mi deseo de aprender y probar, y abrirlo como parte sana

- Repetirme cosas básicas para mí que en ese momento mi cerebro parecía olvidar, y que me ayudaban a romper el automatismo

              “Estás aprendiendo es normal que no tengas ni idea”

              “¿y quién sabe si voy a chocarme o no? Además es bastante obvio que no tengo idea de lo que hago, así que espero que se aparten a tiempo”

              “No te adelantes y no hagas dramas. Prueba y a ver qué pasa”

              “Empieza, si al final no hay forma de cogerle el punto lo dejas”

              “La gente viene aquí a hacer sus cosas, no a verte a ti”

- Respirar para calmarme

Darme cuenta de mi rigidez, soltar los músculos, y respirar para calmar.

- Darme permiso de hacerlo a pocos. “Si hoy solo consigo ponerme en pie y dar dos pasos está bien”

- Hacer el reto en compañía. Dos patos aprendiendo a andar en patines (aunque al otro pato se le dio bastante mejor, probablemente no ir avergonzado y acojonado perdido tenga bastante que ver).

- hacer microexperimentos que me ayudasen a flexibilizar

Ej. Ponerme en pie, hacer una recta,…

- Mantener el foco en el reto de aprender unos mínimos, y el objetivo inicial, hacer deporte con algo divertido.


Bueno, comenzar me ayudó a ir bajando poco a poco esa ansiedad y esa vergüenza por pura exposición.

Me fijé en que hacía la gente allí, pasear a su perro, patinar, correr, pasear,… le mandé a mi mente el mensaje de refuerzo de “¿ves? Están aquí a lo suyo”.

El lugar era bonito y me inspiraba calma, ayudaba respirar ahí.

Aritz estaba pendiente de mí (sabiendo que estaba nerviosa y que parecía Bambi aprendiendo a andar).

Y algo que me ayudó bastante, la primera caída. Me dio más dolor que vergüenza, vi que no pasaba nada, me había caído (escena temida) ¿y?, nada había pasado. ¿Igual no es para tanto cerebro? Vamos a seguir probando a ver que pasa.

No hubo día que fuésemos a patinar que no me cayese. Eso acabó dándole un toque cómico. Las personas venían a ayudar, “mira mente, no se ríen de mí, incluso vienen a  ayudarme”, se apartaban cuando no había mucho espacio (menos mal), iba poco a poco aprendiendo y haciéndolo algo mejor,… todo eso fue amortiguando esa vergüenza y esa ansiedad.

También el pasármelo bien, ponernos retos juntos y separados, el “llego a esa rampa” y llegar, eso me daba un chute de ánimo. Ir acompañada de Aritz e intentar acompasarnos. O incluso intentar no comerme los murciélagos cuando íbamos de tarde noche. Sí, que que se supone que ellos me rodean, pero no daba esa impresión, me sentía en un videojuego esquivando murciélagos.

¿Quiere decir esto que se me quitó toda la vergüenza o la ansiedad cuando iba a patinar? No.

Di que lo de caerme no ayudaba a ir sin ansiedad. Pero el nivel bajó mucho, y muy rápido. Era algo muy manejable, y que me permitía centrarme más en disfrutar, aprender, moverme, proyectarme en verme patinando bien, y pasar un rato en compañía divertido.


Vergüenza y ansiedad asociada al aprendizaje (qué es, por qué aparece y cómo abordarla)

Aprender algo nuevo que nos exponga (como patinar) activa procesos emocionales muy profundos. La vergüenza y la ansiedad social suelen aparecer cuando sentimos que nos estamos exponiendo al juicio externo o al fracaso visible.

Entender qué hay detrás de esto ayuda a acompañar mejor el proceso personal.

 

1. Qué es la vergüenza y por qué aparece

La vergüenza es una emoción social orientada a protegernos del rechazo.

Su función evolutiva es mantener el vínculo con el grupo, evitar comportamientos que nos hagan vulnerables o “defectuosos” ante los demás.

Sin embargo, cuando se vuelve intensa, puede limitar la acción y generar autoexigencia, bloqueo o evitación.

Suele activarse cuando percibimos que:

  • Podemos hacer el ridículo.

  • No cumplimos un estándar de competencia.

  • Estamos expuestos o siendo observados.

  • Podemos ser evaluados negativamente.

  • Mostramos torpeza o falta de control corporal.

 

2. Causas psicológicas frecuentes de la vergüenza

La experiencia de vergüenza al aprender algo nuevo (como patinar) puede tener raíces como:

a) Aprendizajes previos

Mensajes del estilo:

  • “No hagas el ridículo”.

  • “Tienes que hacerlo bien”.

  • “Si fallas, quedas mal”.

Instalan una vigilancia interna constante.


b) Perfeccionismo

La idea de que “si no lo hago perfecto, no debería hacerlo” activa miedo a fallar y bloquea la curva natural de aprendizaje.


c) Hiperconciencia corporal

La sensación de que “todas las miradas están puestas en mí”.Es común en actividades físicas nuevas.


d) Experiencias de juicio o burla

Especialmente en la infancia o adolescencia, dejan una huella sensorial que reaparece en situaciones similares.


e) Autoexigencia en contextos sociales

Creer que tenemos que mostrar competencia siempre o “no molestar” con nuestra torpeza.

 

3. Cómo se relaciona la vergüenza con la ansiedad

La ansiedad social aparece cuando anticipamos escenarios de juicio o fracaso.La cadena suele ser:

Anticipo → Activación fisiológica → Inseguridad → Sobreanálisis → Bloqueo → Evitación.


En actividades físicas, se manifiesta como:

  • tensión muscular,

  • rigidez,

  • torpeza,

  • miedo a caerse,

  • dificultad para concentrarse en la técnica.

La ansiedad aumenta cuando intentamos “controlar” la reacción en lugar de dejar que el cuerpo se adapte.

 

4. Tratamiento psicológico: cómo trabajamos la vergüenza y la ansiedad asociada

Desde un enfoque psicocorporal y psicoterapéutico, suele trabajarse en varias direcciones:


a) Regulación del sistema nervioso

Practicar respiración diafragmática, exhalación larga o técnicas de enraizamiento corporal antes de exponerse a la experiencia.

Ayuda a pasar del modo “amenaza” al modo “aprendizaje”.


b) Exposición progresiva y amable

No obligarse a hacerlo perfecto. Crear micro-retos:

  • primeros minutos,

  • experimentar la postura,

  • permitir la torpeza,

  • jugar con el movimiento.

    La repetición segura desactiva la vergüenza.

c) Trabajo con la autoexigencia y el diálogo interno

Revisar frases internas como:

  • “Me están mirando”.

  • “Debo hacerlo bien”.

  • “No puedo fallar”.

    Entrenar una voz interna más amable y realista.


d) Reforzar la seguridad desde el cuerpo

En psicoterapia psicocorporal trabajamos:

  • la presencia,

  • el equilibrio,

  • la sensación de ocupar espacio,

  • la confianza en el cuerpo como soporte.

    Cuanto más habitado está el cuerpo, menos influencia tiene la vergüenza.


e) Reescribir experiencias antiguas

Muchas vergüenzas actuales son ecos de viejas vivencias.

Trabajar esas memorias libera la sensación de estar “en peligro” cuando solo estamos aprendiendo algo nuevo.


f) Permiso y juego

El permiso interno para ser principiante, para equivocarse y para reírse de la torpeza, reduce el control rígido y permite que el disfrute aparezca.

 

En resumen, la vergüenza y la ansiedad no son señales de incapacidad: son protectores antiguos activándose.

Cuando las entendemos y acompañamos, el aprendizaje se vuelve mucho más libre, auténtico y placentero.


Parque fluvial del Besós
Parque fluvial del Besós

 
 
 

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