top of page

Reconocerte lo bueno no es ego: es salud emocional

  • Foto del escritor: Iara Martínez de Oliveira
    Iara Martínez de Oliveira
  • hace 1 día
  • 4 Min. de lectura

A muchos nos cuesta decir “esto lo hice bien” sin sentir incomodidad.

Tememos parecer arrogantes, creer que bajaremos la guardia o que “se nos subirá a la cabeza”.

Pero reconocer lo bueno en ti no te aleja de la humildad, te acerca al equilibrio. No es ego, es salud emocional.


El hábito de mirar solo lo que falta

Desde pequeños aprendemos a fijarnos más en el error que en el acierto.

Nos han enseñado que si nos reconocemos lo bueno, corremos el riesgo de volvernos conformistas. Pero en realidad sucede lo contrario: cuando solo miras lo que te falta, te vacías; cuando también ves lo que logras, te fortaleces.

El reconocimiento propio no es soberbia, es un antídoto contra la autocrítica distorsionada. Porque el problema no está en tener defectos, sino en creer que solo tenemos defectos.


Distorsiones cognitivas que te impiden valorarte

Nuestra mente no siempre interpreta la realidad de forma objetiva. A veces, sin darnos cuenta, caemos en distorsiones cognitivas: filtros mentales que alteran la percepción de nosotros mismos.

Algunas muy comunes cuando se trata de autoestima son:

  • Minimización: restar valor a lo que haces bien. “Sí, me salió bien, pero era fácil”, “cualquiera podría hacerlo”. Resultado: te acostumbras a invalidar tus propios esfuerzos.

  • Maximización: exagerar lo que haces mal. “Me equivoqué, así que soy un desastre”. Resultado: el error se convierte en identidad, no en aprendizaje.

  • Pensamiento dicotómico: ver las cosas en términos de “todo o nada”. Si no lo haces perfecto, sientes que fracasaste.

  • Descalificar lo positivo: rechazar los cumplidos o negar tus méritos (“me lo dicen por compromiso”, “tuve suerte”).

Estas distorsiones no solo erosionan la autoestima; también distorsionan la realidad.

Te hacen ver menos de lo que eres y te impiden disfrutar de los pequeños logros que sostienen el bienestar diario.


Reconocerte no te hace egocéntrico, te hace justo contigo

Reconocerte lo bueno no significa creerte superior ni negar tus fallos. Significa mirarte de forma completa, sin minimizar lo positivo ni magnificar lo negativo.

El ego busca aprobación externa; el auto-reconocimiento busca coherencia interna. Es decir: “sé lo que valgo, incluso si nadie lo aplaude”.

Cuando te reconoces con equilibrio, no pierdes la humildad, ganas estabilidad emocional. Dejas de depender de las opiniones ajenas para sentirte válido y aprendes a valorar tus pasos sin miedo a “creértelo demasiado”.


Reconocer lo bueno impulsa el cambio

Contrario a lo que muchos piensan, reconocerte no te frena: te da fuerza para seguir creciendo.

Quien se castiga no mejora, se bloquea. Quien se valora, aprende desde la calma y la motivación.

El reconocimiento realista no elimina la autocrítica, la hace constructiva: permite revisar lo que puedes mejorar sin destruir tu autoestima.


Desde lo psicocorporal: encarnar el reconocimiento

El cuerpo es el primer espejo del reconocimiento propio.

Cuando nos criticamos o nos minimizamos, el cuerpo se encoge: hombros tensos, pecho cerrado, mirada baja, respiración corta. Es la postura de quien se defiende de sí mismo.


En cambio, cuando te reconoces, el cuerpo se reorganiza:

  • La respiración se expande, sin esfuerzo.

  • La postura se alinea, sin rigidez.

  • El pecho se abre, como si diera permiso para ocupar espacio.

  • La mirada se levanta, no para imponerse, sino para habitar el presente.


Reconocerse lo bueno es también una práctica corporal.

Puedes probar a hacerlo con gestos sencillos:

  • Coloca una mano sobre el pecho y di internamente: “Esto también lo hice bien”.

  • Respira y siente cómo esa frase se instala en el cuerpo.

  • Observa si hay zonas que se aflojan o se expanden.

El cuerpo entiende antes que la mente cuando algo es verdad.

Por eso, aprender a habitarte es la manera más directa de integrar el reconocimiento y disolver las distorsiones que te encogen.


Pequeños gestos de auto-reconocimiento

  • Celebra tus progresos diarios. “Hoy tuve más paciencia”, “terminé algo que me costaba”.

  • Diario de logros pequeños: anota tres cosas al día que hiciste bien o que te gustaron de ti.

  • Haz una lista de cosas que te gustan de ti. No solo logros, también cualidades, gustos, gestos.

  • Acepta cumplidos sin restarles valor. Simplemente di “gracias”. Sin justificarte.

  • Revisa tus pensamientos automáticos. ¿Estás minimizando lo bueno o exagerando lo malo?

  • Detecta pensamientos distorsionados. Pregúntate: “¿Estoy minimizando lo positivo?”.

  • Practica la gratitud contigo mismo. Agradece tus esfuerzos y el camino que llevas recorrido.

  • Incluye el cuerpo. Observa cómo cambia tu respiración cuando te hablas con ternura.

  • Celebra sin justificar. No es vanidad: es gratitud contigo mismo.


Reconocerte lo bueno no es inflarte, es integrarte.

No es negar tus fallos, es dejar de ser injusto contigo.

Cuando aprendes a ver lo positivo sin distorsión, cultivas una autoestima serena, realista y sostenible.

Reconocerte lo bueno no te separa de la humildad, te reconcilia con la realidad.


No es ego, es autoestima encarnada: pensamiento, emoción y cuerpo en coherencia.


Porque la verdadera madurez no consiste en no tener fallos, sino en poder mirarte entero (con ternura y sin juicio) y seguir creciendo desde ahí.


Porque no hay crecimiento sin mirada amable, y no hay humildad más genuina que la de quien se reconoce completo: con luces, con sombras y con valor.


ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page