No creas todo lo que piensas: el arte de observar sin juzgar
- Iara Martínez de Oliveira
- hace 9 horas
- 4 Min. de lectura
¿Cuántas veces al día te sorprendes inmerso en una maraña de pensamientos?
Algunos fugaces, otros insistentes. A veces positivos, otras veces cargados de culpa, miedo o crítica. Y en esa danza constante de ideas, solemos cometer un error común: creer que todo lo que pasa por nuestra mente es verdad.
Pero aquí va un recordatorio radical: no eres lo que piensas.
Pensamiento ≠ realidad
Un pensamiento no define quién eres. No es una acción, ni una verdad absoluta. Es solo eso: un pensamiento.
Como una nube en el cielo, aparece, cambia de forma y eventualmente se disipa.
Sin embargo, nos aferramos a ellos como si fueran pruebas irrefutables de nuestra identidad: “Si pienso que fracasé, entonces soy un fracaso”, “si me siento insegura, es porque no valgo”.
Este tipo de identificación puede ser profundamente limitante.
Y lo más curioso es que el sufrimiento no suele venir del pensamiento en sí, sino de la historia que construimos alrededor de él.
De nuestra tendencia automática a creerlo, repetirlo y actuar como si fuera una verdad absoluta.
Muy bien, ¿Y qué puedo hacer?
· Observar la mente con más distancia
La clave está en generar un poco de espacio entre tú y lo que piensas.
Como si pudieras sentarte en una butaca interna y ver pasar a tu mente como una película, sin necesidad de intervenir. Esa práctica de observar, sin engancharte ni juzgar, es un acto de libertad.
No se trata de reprimir pensamientos negativos, ni de forzarte a pensar “positivo” todo el tiempo. Se trata, más bien, de desarrollar una actitud más compasiva y curiosa ante tu propio mundo interno. De recordar que el pensamiento es solo una parte de ti, no tu totalidad.
Ejercicio para la trampa Pensamiento ≠ realidad
Ejercicio: “Rotula tu pensamiento” Cada vez que identifiques un pensamiento intenso (por ejemplo: “No soy suficiente” o “Esto va a salir mal”), detente y colócale una etiqueta: “Esto es solo un pensamiento”. Escríbelo en una nota o en el móvil. A veces con solo nombrarlo como pensamiento, y no como verdad, se disuelve parte de su poder.
Puedes usar esta base: “Estoy teniendo el pensamiento de que… [insertar pensamiento]”
Esta práctica te ayuda a tomar distancia y recordar que pensar algo no lo convierte en cierto.
“No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear.” Jon Kabat-Zinn
· La trampa de la mente automática
Nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir, no necesariamente para hacernos felices. Eso significa que, muchas veces, prioriza patrones de pensamiento basados en el miedo, la prevención o el control. Y si no cultivamos conciencia sobre esto, terminamos atrapados en círculos de ansiedad, culpa o rumiación.
Cuanto más te identificas con lo que piensas, más poder le otorgas a tu mente automática. Pero cuando aprendes a mirar con perspectiva, puedes empezar a elegir qué pensamientos quieres nutrir y cuáles simplemente dejar pasar.
Ejercicio: “Audita tus pensamientos repetitivos” Durante un día completo, anota en una libreta los pensamientos que se repiten con frecuencia. Al final del día, repasa tus anotaciones y pregúntate:
¿Este pensamiento es siempre cierto?
¿Me ayuda a crecer o me limita?
¿A quién le pertenece? (¿es mío o heredado?)
Este ejercicio te permitirá conocer los patrones automáticos de tu mente y decidir conscientemente cuáles quieres seguir alimentando.
· Construye una nueva relación con tu diálogo interno
Así como cuidamos la alimentación o la higiene física, también es fundamental cuidar cómo nos hablamos a nosotros mismos.
Te invito a presionar play a un nuevo enfoque: uno donde no todo lo que aparece en tu mente necesita ser respondido, creído o actuado. Uno donde puedes observarte con más ternura, menos juicio y más presencia.
Este tipo de práctica no sucede de la noche a la mañana. Requiere entrenamiento, paciencia y, a veces, acompañamiento terapéutico. Pero es posible. Y transforma radicalmente la forma en la que te relacionas contigo, con los demás y con la vida.
Dinámica: “Reescribe tu voz interior” Toma un pensamiento crítico o duro que tengas contigo. Ejemplo: “Siempre arruino todo”. Luego, reescribe ese mismo mensaje como si se lo dijeras a un ser querido que atraviesa lo mismo. Quizás algo como: “A veces cometes errores, como todos, pero eso no te define. Estás aprendiendo.”
Luego, léelo en voz alta. ¿Notas cómo cambia la energía?
Este ejercicio fortalece la autocompasión y promueve un diálogo interno más saludable.
· Observar sin identificarte: un acto de libertad
Mirar tus pensamientos sin convertirte en ellos es uno de los aprendizajes más liberadores que puedes cultivar. Porque, en última instancia, tú no eres tus pensamientos. Eres el espacio donde esos pensamientos ocurren. Eres conciencia, presencia, posibilidad.
Así que la próxima vez que la mente te susurre algo duro, ponle una pausa.
Respira. Pregúntate: ¿esto es cierto? ¿Es útil? ¿Es amable? Y si no lo es, suéltalo.
Porque mereces vivir con más ligereza, más conexión y más verdad.
Ejercicio: “Yo soy el cielo” Cada mañana al despertar, cierra los ojos por un minuto y repite internamente:
“Yo no soy mis pensamientos, ni mis emociones. Yo soy el espacio que los contiene. Soy el cielo, no las nubes.”
Puede parecer simple, pero con la repetición diaria irás incorporando esta mirada más amplia y liberadora de ti misma.
En un mundo que premia la velocidad, la productividad y la perfección, detenerse a mirar adentro con honestidad es un acto de valentía. Observar tus pensamientos sin identificarte con ellos no es negarlos, ni luchar contra ellos. Es simplemente recordar que tú eres mucho más que cualquier historia mental.
Tu valor no depende de lo que piensas. Eres presencia, posibilidad, consciencia. Cultivar esta mirada puede transformar tu vida desde la raíz.
Así que la próxima vez que un pensamiento oscuro intente atraparte, haz una pausa, respira, y elige mirarlo con distancia. Porque eso también es una forma de amor propio.

Comments