Adolescencia tardía
- Iara Martínez de Oliveira
- 11 abr
- 5 Min. de lectura
Hay momentos de la vida que idealizamos, como el ser bebé, y momentos que son vilipendiados como la adolescencia. ¿Conoces a alguien que quiera revivir su adolescencia? Probablemente no, es una etapa que suele ser difícil para muchos, incluso una etapa que muchos pasan de puntillas, sin vivirla realmente.
La adolescencia es una etapa llena de desafíos y descubrimientos, pero también ofrece muchas oportunidades para crecer.
En esta época aprendemos a poner límites, empezamos a establecer tus propias fronteras personales y emocionales.
Exploramos nuestra identidad, nos atrevemos a preguntarnos más cosas y de forma más profunda, somos curiosos y nos atrevemos a ir más allá, descubrimos que nos gusta y nos va bien (y que no), descubrimos nuestras pasiones, nuestros talentos, nuestras limitaciones, nuestros valores, objetivos de vida… vamos descubriendo quienes somos, desde nosotros mismos, no desde expectativas ajenas.
Es el momento en el que desarrollamos una mayor independencia. Aprendemos a tomar decisiones por ti mismo y a valerte en diversos aspectos de la vida.
Es una etapa para fortalecer amistades y comenzar a entender qué significa una relación sana, y que forma toma en nosotros. Es el momento de construir relaciones significativas, o cambiar de fase las que ya tenemos.
A través de los retos, aprendes a adaptarte y superar dificultades, lo que te prepara para la vida adulta.
La adolescencia además suele ser una etapa donde las ideas frescas y las emociones vibrantes están a flor de piel. Somos entusiastas y creativos.
Y aunque aún estamos explorando, empezamos a definir objetivos y sueños para el futuro. Lo cual nos da una dirección relacionada con lo que es importante para nosotros.
Pero no todo es tan bonito, hay algunos aspectos que suelen ser difíciles, aunque forman parte del proceso de crecimiento.
Nuestra sensibilidad está muy a flor de piel, los sentimientos suelen ser mucho más intensos y a veces es complicado manejarlos. No solo nuestros sentimientos, todo es más intenso, nuestro cerebro bulle en ideas, cuando llegamos a un juicio es canónico, tendemos al blanco/negro y a la catastrofización, a verlo todo muy positivo o muy negro,… con el adecuado apoyo y cuidándolo poco a poco vamos aprendiendo a regularnos, eso sí, mientras aprendemos esto lleva muchas veces a múltiples conflictos internos y con los demás.
El cuerpo atraviesa transformaciones rápidas que pueden generar inseguridades o incomodidades. Esto nos afecta directamente en nuestra autoestima, nuestra relación con nosotros o nuestro diálogo interno. Con lo que lo que vivamos en estos momentos, cómo sean recibidos estos cambios en nuestro entorno y en nosotros mismos será crucial para cómo los recibas posteriormente, ya que vamos creando patrones de respuesta que, muchas veces, más adelante tenemos que revisar y actualizar.
Es un momento en el que la búsqueda de aceptación, el deseo de encajar en un grupo puede ser abrumador y, en ocasiones, puede hacer que comprometamos nuestros valores o deseos propios.
Por momento vital hay una gran presión académica y social. Las expectativas de los adultos y los compañeros pueden sentirse como un peso, generando ansiedad o estrés.
Este cuestionar de mi propia identidad tiene también una parte a veces difícil de sostener, una ambigüedad constante, un cuestionamiento incisivo que parece que no va a parar, una sensación de que siempre hay algo más que replantearse,… mucho movimiento de cimientos al mismo tiempo, que puede ser complejo de sostener, sobre todo si esa confusión y esa intensidad se viven en soledad.
Es también una época en la que es muy normal tener conflictos con la familia. Las diferencias generacionales, la intensidad, los cambios repentinos (que muchas veces a los adultos les parecen a santo de nada), la hipersensibilidad emocional, el deseo de independencia… a menudo llevan a desacuerdos con los padres u otros adultos.
Aunque estas dificultades pueden sentirse abrumadoras, esa inestabilidad antes de conseguir estabilidad puede ser compleja, eso sí, con un buen acompañamiento y pudiendo permitirte pasar por ello, estos retos se convierten en valiosas lecciones para el futuro.
¿Y qué pasa cuando empiezo a vivir mi adolescencia de manera tardía?
Vivir aspectos de la adolescencia en la edad adulta es más común de lo que parece y, lejos de ser negativo, puede ofrecer oportunidades únicas.
Como hemos dicho nuestra adolescencia es un periodo crucial para explorar nuestra identidad, construir relaciones significativas y experimentar nuevas emociones aprendiendo a regularlas, pero las circunstancias de cada persona son distintas y a veces no tenemos la oportunidad de vivirlo plenamente en ese momento.
Por ejemplo, si he sentido la obligación de “ser el niño bueno” o incluso se me ha pedido probablemente no haya podido establecer límites y tenga ahora problemas con ellos, si nadie me enseño adecuadamente a gestionar esa intensidad ahora me veré desbordad@ con sentimientos y pensamientos intensos, cuando no ha habido espacio para mí y para descubrir y decidir qué necesito me veré muy perdido en este ámbito, o si he usado ese extremismo y catastrofismo durante mucho tiempo sin aprender a darle la vuelta me costará mucho gestionarlo ya que es mucho más difícil de gestionar cuando se ha convertido en un patrón.
Cuando alguien experimenta más tarde las etapas que se asociarían con la adolescencia, como aprender a gestionar mis límites, descubrir y explorar mis pasiones (aprendiendo a disfrutar desde lo sutil y sin tanta expectativa, sin fluctuar entre perfecto y desastroso), disfrutar de la libertad o incluso cuestionar estructuras sociales, puede ser una forma de reencontrarse con un@ mism@.
Esto puede generar un verdadero terremoto interno y externo, por ejemplo, si a mi alrededor se han acostumbrado a que priorizo las necesidades ajenas o a que no impongo límites, cuando empiece a ponerlos habrá quejas, inconsistencias, o incluso una mayor presión, algo así como un berrinche, porque que tú cambies cosas implica que esas personas también han de hacerlo y puede que no estén por la labor, eso sí, que te quede claro que poner límites es sano y necesario, independientemente de que pueda generar caos a tu alrededor en un inicio.
Cuando hacemos revisión y nos damos cuenta de que por ejemplo regimos nuestra conducta y nuestras acciones por expectativas y permisos (o prohibiciones) ajenas podemos entrar en desesperanza y sentir que no hay nada que nos guste, porque puede que efectivamente no nos guste a nosotros aquello que hemos elegido.
Ese momento de la adolescencia de descubrirse y explorarse cobra importancia aquí, poder explorarte y actualizar tus conductas en base a esas exploraciones, y en base a tus propios criterios es de vital importancia. Recuerda, viene con un punto de caos, pero a veces remover el cimiento que está en mal estado es necesario para que tu casa esté construida en terreno sólido y estable.
Por supuesto, todo esto también puede traer retos, como el ajustarse a expectativas sociales o sentir que “llegaste tarde”.
Pero la verdad es que nuestra vida no tiene un cronograma fijo, y cada experiencia que vivas, sea a los 18 o a los 38, tiene su propio valor y contribuye a tu crecimiento personal.
A veces no vivimos la adolescencia cuando nos toca por edad sino cuando podemos por situación, interna y externa, y viene con todos sus retos e incluso más, eso sí, todos esos logros tan básicos y necesarios de la adolescencia para poder vivir tu vida desde ti y de una forma congruente contigo, enfocada en cuidarte y en tu propia bienestar a tu propia forma.

Opmerkingen